En 1996, el
investigador del Johnson Space Center de la NASA, David McKay y su equipo
sacudió la comunidad científica con el anuncio del hallazgo de trazas de vida
en un meteorito procedente de Marte. La investigación se publicó en aquel
entonces en la prestigiosa revista 'Science', lo que daba credibilidad al
trabajo. El anuncio provocó un amplio debate y un sinfín de nuevas
investigaciones para comprobar los resultados obtenidos por McKay. Y finalmente
el avance de nuevas técnicas y metodologías permitió averiguar que el meteorito
había sido contaminado, al menos en parte, con vida terrestre.
Aun así, el
debate provocado hace cinco años continúa abierto. Esta semana, otro
investigador de la NASA, en este caso Richard Hoover, ha agitado de nuevo la
caja de los truenos con una investigación publicada en 'Journal of Cosmology'
-una desconocida revista de dudosa calidad científica- en la que asegura haber
detectado pequeñas bacterias fosilizadas en tres meteoritos, y mantiene que
estas formas de vida microscópicas no proceden de la Tierra.
La propia NASA
se ha desvinculado de este estudio y en un comunicado remitido a la agencia Efe
asegura que no puede apoyar la investigación hasta que sea confirmada por otros
científicos. "Si bien valoramos el libre intercambio de ideas, datos e
información como parte de la investigación científica y técnica, la NASA no
puede apoyar una afirmación científica a menos que haya sido revisada por sus
colegas y profundamente examinada por otros expertos calificados", señala
en el escrito el director científico del consejo de la misión científica de la
agencia en Washington, Paul Hertz.
Según recoge la
propia revista, el investigador estadounidense ha utilizado la más avanzada
tecnología de micro escáner y ha fracturado el meteorito en láminas. Hoover y su
equipo argumentan en su trabajo que hay restos de algunas especies de
cianobacterias, unas formas de vida muy primitivas en la Tierra.
Pero 'Journal of
Cosmology' no es 'Science' y muchos especialistas aseguran que la credibilidad
del estudio no es la misma que si hubiese aparecido en otra de más prestigio.
El estudio es tan controvertido, que el propio editor de la revista publica una
declaración buscando opiniones de otros científicos. En la comunidad científica
ya han surgido numerosas voces que aseguran que el descubrimiento está muy
lejos de demostrar la presencia de vida extraterrestre.
LOS INGREDIENTES PARA LA VIDA, EN
METEORITOS
Pero, al margen
de la veracidad de los datos de Hoover, este tipo de investigaciones no son
lineas de trabajo aisladas. Muchos grupos de investigación de todo el mundo
trabajan en los institutos de Astrobiología con la posibilidad de que los
meteoritos tuvieran un papel clave en el origen de la vida en la Tierra.
Una
investigación publicada recientemente en 'Proceedings of the National Academy
of Sciences' (PNAS) documenta mediante el análisis de un meteorito hallado en
la Antártida la posibilidad de un origen extraterrestre de los elementos que
permitieron la vida terrestre, en concreto del ion amonio, un importante
precursor de moléculas biológicas como los aminoácidos o el ADN.
En esa misma
línea está la teoría de la Panspermia acuñada por el químico sueco Svante
August Arrhenius. Según esta hipótesis, la vida está diseminada por el Universo
y llegó en forma bacteriana unida a un meteorito que sirvió de simiente para
que evolucionara hasta los organismos que habitan hoy el planeta.
LÍQUENES ESPAÑOLES EN EL ESPACIO
Esta teoría, hoy
llamada Litopanspermia, aún cuenta con una importante nómina de investigadores
que la consideran posible y que trabajan para saber si la Tierra fue colonizada
por formas de vida extraterrestres. La investigadora del Instituto Nacional de
Técnica Aeroespacial (INTA) Rosa de la Torre defiende que algunas formas de
vida muy primitivas -como bacterias extremófilas, líquenes o cianobacterias-
pudieron haber viajado desde un planeta hasta la Tierra a bordo de un
meteorito.
"Nuestro
grupo ha tenido un proyecto en la Estación Espacial Internacional (ISS) para
exponer a las condiciones del espacio a algunos líquenes terrestres como el
'Rhizocarpon geograficum', obtenido en la Sierra de Gredos, o el 'Xanthorea
elegans', que habita en Sierra Nevada", explica la investigadora experta
en radiación ultravioleta sobre organismos vivos. "Estas dos especies
sobrevivieron muy bien en esas condiciones de gravedad cero, radiación extrema
y elevadísimas temperaturas".
"Nuestro
grupo ha tenido un proyecto en la Estación Espacial Internacional (ISS) para
exponer a las condiciones del espacio a algunos líquenes terrestres como el
'Rhizocarpon geograficum', obtenido en la Sierra de Gredos, o el 'Xanthorea
elegans', que habita en Sierra Nevada", explica la investigadora experta
en radiación ultravioleta sobre organismos vivos. "Estas dos especies
sobrevivieron muy bien en esas condiciones de gravedad cero, radiación extrema
y elevadísimas temperaturas".
Pero, que hayan
soportado la exposición a las condiciones espaciales, no quiere decir que
puedan sobrevivir a la entrada en la atmósfera terrestre en la superficie de un
meteorito, por ejemplo. La teoría de la Litopanspermia tiene tres fases. La
primera es la de escape del planeta originario tras el impacto de un gran
asteroide contra su superficie, lo que liberaría pequeños cuerpos rocosos que
viajarían por el espacio. El propio viaje es la segunda fase y la entrada es la
última, y la más delicada.
«Atravesar la
atmósfera es lo más peliagudo ya que las temperaturas que soporta la superficie
del meteorito son extremas», asegura Rosa de la Torre. Para saber si los
organismos extremos de la Tierra podrían soportar estas condiciones, el equipo
del Departamento de Observación de la Tierra del INTA, al que pertenece De la
Torre, ha formado parte de experimentos como la cápsula Foton, un satélite
diseñado para simular una entrada en la atmósfera con diversos organismos en su
superficie. Entre las dos misiones en las que han participado, incluyeron líquenes,
cianobacterias, esporas y bacterias que viven en salinas. Pero no tuvieron
suerte. No sobrevivió ningún organismo. La temperatura es elevadísima y provoca
la fusión de la capa externa de los meteoritos. (Por Miguel G. Corral)