Indeseables
mensajeros de destrucción cuando la vida ya florece, los cometas y meteoritos
podrían ser los vehículos que llevan las semillas de vida a planetas recién
formados. Uno de los ladrillos de la vida, el RNA, cuyas tres formas principales
trabajan en el núcleo de las células para hacer una plantilla sobre la que se
replica el DNA. A su vez el conjunto de genes que comandan la formación de un
humano o un pino, ha sido localizado por astrónomos en una región poco apta
para buscar vida.
En el caliente y
compacto núcleo de una región de nuestra galaxia, la Vía Láctea, donde se
forman estrellas de gran masa. El RNA, como el DNA, es una molécula
extraordinariamente larga y compleja que se pudo formar con la materia de los
planetas, lo cual “sugiere que muchos otros mundos estén sembrados con algunos
ingredientes de la vida justo desde su nacimiento”, dice la nota de Phil
Berardelli en Science NOW del pasado 26 de noviembre (2009).
Ya se han
encontrado moléculas orgánicas en meteoritos provenientes de remotas regiones
del espacio. La diferencia ahora estriba en que no se localizó cualquier
molécula orgánica, algún compuesto de carbono, sino glycol (o glucol) aldehído:
“Un azúcar simple que hace ribosa, uno de los constituyentes del RNA”, el material
genético de los retrovirus, como el VIH, y uno de los pasos para replicar un
organismo que no sea un retrovirus. Y se encontró en las nubes de polvo y gas
en torno de estrellas nuevas que pueden estar formando planetas.
Este hallazgo,
publicado en el journal Astro-ph de la semana que acaba de terminar, se debe a
un equipo de astrónomos de la Unión Europea que emplearon el conjunto de
radiotelescopios IRAM, en Francia. A unos 26 mil años-luz se encuentra una
región donde se forman estrellas, y allí se descubrió esa molécula de azúcar,
componente de la columna vertebral del RNA, que, “al parecer, se forma de una
simple reacción entre monóxido de carbono y polvo”.
El
descubrimiento cobra importancia por dos razones: una es que esa región se
encuentra lejos del centro de la Vía Láctea, lleno de radiación dañina para
estructuras tan complejas y largas, así que si algunos procesos biológicos
comienzan allá, habrá oportunidad de que persistan. Segunda, que la abundancia
de glycolaldehído en esa nube de gas y polvo sugiere que la molécula es “común
a muchas regiones donde se forman estrellas”, apunta Serena Viti del University
College London. “La implicación es que dondequiera que haya formación de
estrellas y planetas, también se pueden estar ensamblando bloques de
construcción orgánicos”.
Podría ser, pero
el radioastrónomo Karl Menten, del Instituto Max Planck para Radio Astronomía
en Bonn, Alemania, hace notar que “no está claro en qué medida sobrevivieron
moléculas interestelares complejas a las violentas fuerzas que acompañaron la
formación de la Tierra”.
En efecto, es
posible que se hayan perdido estos bloques orgánicos más primitivos, pero, como
indica el astrobiólogo Michael Mumma del Goddard Space Center de la NASA,
también “es posible que los bloques de construcción de la vida lleguen a
planetas después de que ha terminado ese período violento”. Cuando la Tierra
tuvo condiciones más propicias para la vida quizá ya había perdido esas
complejas moléculas orgánicas entre vulcanismo y corteza ardiente, pero otras
pudieron arribar con el bombardeo de cometas y meteoritos provenientes de
regiones similares a la observada por el equipo de la Unión Europea. “Mumma
dice que algunos de tales cometas podrían en algún momento llevar azúcar a
planetas jóvenes”. (Por Luiz González de Alba)